El paradigma de Darwin y el lenguaje
El lenguaje es un ser vivo, que evoluciona con el tiempo. A nadie le parece raro que hoy «farmacia» se escriba con «f», pero hasta 1804 en español se seguía escribiendo «pharmacia». Del mismo modo, es común el uso de la frase en portugués «cair o Carmo e a Trindade» (poner el grito en el cielo), que se cree que surgió después del terremoto de 1755, cuando los respectivos conventos fueron destruidos.
Tal como la teoría de la evolución de Darwin postula para los seres vivos, nuestra lengua también sufre cambios para adaptarse mejor al presente. Cada generación crea nuevos conceptos y términos para expresarlos, y olvida las palabras que han caído en desuso. «Pharmacia», del latín pharmacia, pereció junto con su idioma de origen. Al mismo tiempo, la llegada de la globalización nos abrió todo un abanico de extranjerismos que incorporamos a nuestra vida cotidiana. ¿Quién preferirá el «correo electrónico» al «email»? ¿Tendremos un término en español para «software»?
A veces podemos ver cómo cambia el lenguaje delante de nosotros. Un ejemplo de ello es la nueva Ortografía de la lengua española (2010), para quienes la acepten o no. Otro es el de las redes sociales y la creciente prevalencia de la comunicación escrita. En estas redes no solo está surgiendo un vocabulario completamente nuevo, sino también nuevas formas de ortografía y puntuación, para expresar los matices que normalmente comunicamos con nuestro tono de voz y lenguaje corporal. Un «Lol 🤣» difícilmente tendrá el mismo significado que un «Lol…😑».
En medio de todo esto está el traductor. La traducción no es solo pasar un texto de un idioma a otro. Hay que adaptar el texto a las reglas del idioma de destino, buscar las expresiones más adecuadas para transmitir el mensaje. Parte del trabajo del traductor es mantenerse al tanto de estos cambios. Y en estos días, es un trabajo cada vez más vital para la sociedad.
Daniela Isidoro, traductora y revisora